A través de la comprensión de cuatro “herramientas” básicas construyo mi mejor versión, para apoyar a otros en su propia construcción.
Los humanos somos seres en permanente construcción, cambio, renovación y reinvención. Eso hace que este viaje por la vida sea genial; si no fuese así sería aburrida, verdad?
Seguramente hay muchas maneras de hacerlo, casi tantas como personas existen en este plano terrenal. Y, a veces, escogemos caminos acertados y otros equivocados, dependiendo de si elegimos hacerlo desde el amor o desde el miedo.
No sé tú, pero yo prefiero hacerlo desde el amor, recorriendo un camino emocionante, desafiante, constructivo y, a la vez, divertido, amando lo que se hace cada día. Por eso me gustaría compartirte cuatro de mis herramientas preferidas, con las cuales te aseguro que tu viaje será extraordinario.
1. El Amor incondicional, es decir, la entrega, comprensión y aceptación de lo primordial de cada ser, sin esperar nada a cambio, sin apegarse a aquello que creemos nuestro y sin pretender controlar los resultados que creemos son los “adecuados” para nuestra vida. Al final, significa vivir la vida libre, fluida y positiva, en dialéctico crecimiento y evolución.
2. El Perdón, la aceptación de que los orígenes de los resultados de hoy surgieron de las decisiones nuestras (y de otros) en el pasado, afectando la manera como nos conectamos con lo esencial. Al comprender esto, se facilita entender que la vida no se trata de culpables y culpados, de víctimas y victimarios, sino de simplemente vivirla, dejando que la energía fluya y se transforme, para que sea el motor que nos impulsa a cumplir nuestro propósito.
3. La Alegría de dar y recibir, en un dinámico intercambio de amor, de fluir, aceptando que tenemos la habitación más grande de nuestra casa llena de magníficos regalos marcados con nuestro nombre. Entonces, también aceptamos que cuando aprendemos a recibir con alegría, también aprendemos dar sin esperar nada a cambio.
5. El Balance justo, viviendo una vida en equilibrio, con un movimiento pendular, cuya dinámica alcanza su punto óptimo de desplazamiento en el centro de su recorrido. En este punto, el ser humano logra construirse de manera armónica, en paz, volviendo al amor incondicional, siendo capaz de perdonar y disfrutando, alegremente, cada momento vivido, cada regalo recibido.
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