Una de las decisiones importantes (y a veces compleja) de las personas que se dedican a una profesión, es pasar a la etapa de compartir conocimiento con otros profesionales u organizaciones, ayudarlos a tomar un curso de acción y darles apoyo (metodológico) para tomar decisiones trascendentes, tanto en lo operativo como en lo estratégico. Es decir, convertirse en consultores.

Esta decisión es importante, porque implica asumir una nueva etapa en la vida profesional, con nuevos retos y aprendizajes y porque representa el hecho de vislumbrar, para un cliente específico, las mejores opciones y cursos de acción, de acuerdo a su conocimiento, experiencia y capacidad humana.

La mayoría de la gente piensa que ser consultor implica ser un profesional de alto nivel, con un profundo conocimiento sobre temáticas específicas y una gran capacidad de análisis. Y eso es verdad, pero no es lo único.  De hecho, en su conocimiento técnico no radica su verdadera habilidad y, mucho menos, su esencia.

La esencia de un consultor radica en su condición humana, en su capacidad para comprender lo que sucede a su alrededor, hacer un análisis de contexto y definir un curso de acción con diferentes alternativas. Y la selección más sabia, justa y adecuada depende, en muchas ocasiones, de su sabiduría sobre el comportamiento de las personas ( y de las organizaciones), más que de su conocimiento técnico.

Y, generalmente preferimos enfocarnos más en lo técnico, sin atrevernos a explorar la condición humana que marca nuestro trabajo (y el de los demás). Por eso, te invito a que revisemos algunos componentes trascendentes de la esencia de un consultor: El aspecto humano de su profesión.

Factores que Determinan la Esencia de Un Consultor

En mi experiencia profesional y de vida, el verdadero factor diferencial de un consultor está representado en su capacidad humana para dibujar un «paisaje» propicio y creíble de una organización futura o de un profesional exitoso. ¿Qué factores le permiten al consultor ser un excelente «dibujante» de tal paisaje?

    1. Ser una persona justa y amorosa. Esto suena muy romántico, pero es real y necesario. El consultor debe mantener una posición centrada, sin tomar un partido diferente del que representa la mejor alternativa, es decir, aquella que aporta valor y construye ganar – ganar para las facciones que comparten un proyecto o una realidad en construcción. Significa dar a cada miembro interesado el mayor beneficio posible, el mayor aporte, la mejor enseñanza, la mejor posibilidad de desarrollo. Y, todo esto, dando lo mejor de sí con una actitud constructiva, considerada y respetuosa, poniendo empeño (y amor) a lo que hace.

    2. Creer en algo o alguien superior que marca su vida y traza un camino. Sea que creas en Dios, el destino, el universo o en todo eso a la vez, no es posible construir credibilidad y sueños en otras personas si uno mismo (como consultor) no cree en sus propios sueños. Significa tener un faro de luz en la distancia que indica el camino a recorrer para alcanzar el objetivo trazado, procurando no distraerse y desviar la atención a faros que marcan un camino equivocado. Por eso, el consultor es el «arquero» que tiene la capacidad de lanzar una flecha, apuntado a un blanco perfecto.

    3. Creer que lo más importante, real y valioso son las personas. Así como las organizaciones son y tienen valor por las personas que «viven» en ellas, la consultoría es, en esencia, una actividad humana, ejercida por humanos para seres humanos. Esa es una realidad que no puede perderse de vista, especialmente porque eso es lo que hace interesante y apasionante a esta actividad. Y, por otro lado, es lo único que permite comprender una multitud de circunstancias y dilemas que sólo se pueden resolver a través del entendimiento y conocimiento del comportamiento de la dinámica humana. Cuando se respeta y valora la condición humana todo adquiere un sentido especial y valioso.

    4. Amar su profesión y disfrutar lo que hace. Esta es una condición fundamental para alcanzar el éxito, para que la «flecha lanzada» se clave en el blanco perfecto que el arquero ha escogido. En la medida que se trabaje con entusiasmo, se disfrute lo que se haga y se ponga todo el empeño a lo que se hace, en esa misma medida todos los sueños se harán realidad (los de uno y los del cliente que nos contrató como consultores).

   5. Respetar la diversidad de opinión y pensamiento.  En nuestro diario vivir se cumple una realidad innegable: La vida es un juego de percepciones, las cuales cambian dependiendo de nuestras vivencias y creencias, es decir de nuestros paradigmas. Y toda la gama de paradigmas pueden ser creíbles y valiosos, dependiendo «del cristal con que se miren». Por tanto, diversas opciones y alternativas pueden ser válidas a la hora de tomar una decisión. ¿Cuál será la mejor? Depende de lo que queramos, los objetivos que nos hayamos trazado y del camino que queramos recorrer. Un buen consultor sabe identificar los matices de cada opción, entiende la naturaleza humana, analiza el contexto y dibuja el «mejor paisaje», a partir de toda esta información. Esa es parte de su esencia y de su oferta de valor diferencial como consultor.

Y así sucesivamente… podríamos escribir un libro de varios tomos con este apasionante tema. Pero, por ahora, te dejo la tarea de reflexionar respecto a estos factores determinantes y encontrar otros igual o más valiosos, por los cuales un consultor puede ser diferenciado.

¿Te gustó el artículo?, espero que sí. También espero haberte aportado elementos de valor y «gotas de sabiduría» respecto la esencia de un consultor, seas consultor o cliente. Ojalá podamos trabajar juntos alguna vez sobre este u otros temas. Recuerda enviarme tus valiosos comentarios, los cuales me ayudarán a crecer más como profesional y persona. Sabes dónde encontrarme, cuando lo requieras. Hasta una próxima ocasión.

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